Hay gente que no sabe andar por la vida sin los signos de admiración. Si se los quitas, los despojas de algo esencial en su vida y se vuelven apáticos, meditabundos, indolentes. Ya no caminan, cojean.
Son de ese tipo de personas que en lugar de saludarte con un tranquilo y educado «Buenos días» lo hacen con un «¡Buenos días!» o, incluso, con un «¡¡Buenos días!!», en el caso de los más entusiastas.
Para estas personas no hay medias tintas y suelen tener un tono vital elevado, rozando lo pletórico. Son positivos, alegres, motivados, entusiastas y vehementes. ¡Qué buen día hace! ¡Cómo me gusta tu vestido! ¡Cómo puedes ser tan listo! ¡Es una maravilla! ¡Qué alegría verte! ¡¡Qué ricas están las lentejas!! ¡¡Has encontrado trabajo!! ¡¡¡Enhorabuena!!! ¡¡¡Fabuloso!!! Nos detenemos ahí, que la exaltación a veces no tiene límites.
Su repertorio de respuestas, dado el excelente uso que hacen de los signos de admiración, es mucho más amplio que el de los no admiracionistas, puesto que, en ocasiones no tienen que decir nada concreto. Basta un «¡Oh!» o un «¡Ah!» o un «¡Uau!» para mostrar su entusiasmo, su alegría y su júbilo. Tienen sus trucos, claro, se acompañan de gestos como abrir mucho los ojos, sonreír abiertamente y, en caso de mensajes de texto, poner muchos emojis de palmas que aplauden o un solo signo de admiración rojo y exagerado los más atrevidos.
Pero no seamos reduccionistas, puesto que este colectivo también tiene sus matices. La labor de las admiraciones que los acompañan (por lo general de por vida) es potenciar lo positivo o resaltar algo que, a ellos, si no, les parecería neutro, como sin brillo; sin embargo, como todo en la vida, hay admiracionistas que se sitúan en el otro lado de la balanza: son los gruñones, los quejicas, los protestones. Son la parte oscura del gremio, aunque tienen tanto o más protagonismo que los entusiastas.
Son los que exclaman ¡Qué asco de trabajo! ¡Así no vamos a conseguir nada! ¡Qué caras están las fresas! ¡Cuánto sinvergüenza hay suelto! ¡¡No hay derecho!! ¡¡¡Adónde vamos a ir a parar!!! ¡¡¡Esto es intolerable!!!
Nos detenemos también aquí porque, a igual que los entusiastas, estos tampoco tienen freno y podrían seguir añadiendo signos de admiración hasta llenar una página entera. Cuando hablan, traducen estos signos con un tono de voz cada vez más alto, acompañado de un aleteo de las manos, una apertura de las fosas nasales o un fruncimiento del entrecejo.
Otro segmento de los admiracionistas son los que pasan por la vida sin enterarse de nada, como si su propia existencia y la existencia, en general, fuera una experiencia demasiado grande, demasiado complicada. Son los que quieren llevar una vida sencilla, sin signos de admiración, pero no pueden.
«¡Cómo! No me lo puedo creer…».
«¡Pero qué dices! Creía que lo hacías tú…».
«¡¡Anda!! No te había entendido bien…».
Los admiracionistas, con todo, también son víctimas de los nuevos tiempos y tienen su propia lucha, su propio frente. La facción aperturista está teniendo cada vez más bajas y solo el enorme esfuerzo, la constancia y el tesón de los clásicos, está haciendo que no desaparezcan del todo. Hablamos, cómo no, de los terminacionistas, aquellos que prescinden de los signos de admiración de apertura. Ya no son solo los jóvenes, se trata de una epidemia que se extiende sin freno.
«Está genial!!!».
«Me encanta!!!».
«Olé!!!».
Nótese que los que claudican de los signos de apertura tratan de compensarlo poniendo dos, tres, ¡incluso cuatro! (permítaseme la licencia) signos de cierre, lo que hace que las frases se queden torcidas, desniveladas y a veces cueste pronunciarlas.
Este grupo es más difícil de identificar, pues solo muestran su verdadera cara cuando escriben, y solo los más avezados son capaces de distinguir a los terminacionistas cuando hablan. Su oído es tan fino y su percepción tan aguda que cuando se encuentran a uno de ellos por la calle y exclaman:
—Macho, cuánto tiempo sin verte!!!
Ellos responden:
—No deberías prescindir de los signos de apertura.
—Pero, qué dices!!!
—Digo que no hace falta que me digas cómo te va la vida, ya veo que estás desequilibrado, algo no funciona bien en ti. Deberías ir a terapia.
—Que te den por culo!!!!
Y rematan con un:
—Cuánta ignorancia.
Así, sin signos de admiración ni nada.
Por último, no deberíamos dejar de mencionar también a los arrepentidos. Son aquellos que cuando escriben, sobre todo wásaps o emails, no ponen los signos de apertura, pero antes de dar a «enviar» el mensaje, observan la frase y en un último acto de contrición, reflexionan, van al principio de la frase y plantan el signo de admiración correspondiente. En ocasiones, van más allá y, puesta esta admiración de apertura, llegan a eliminar del final de la frase uno o dos signos de cierre. A los arrepentidos les gusta el equilibro y la mesura por lo que, instantes antes de mandar el mensaje, observan lo bien que ha quedado la frase y suspiran satisfechos.
En cualquier caso, los admiracionistas no pueden, por un motivo u otro, pasar desapercibidos. No pueden ser átonos, moderados, discretos y sencillos, no, siempre tienen que llamar la atención de una manera u otra.
Mas no carguemos las tintas con ellos, puesto que aviso que hay otro colectivo aún peor, más cargante, pero permitidme que os hable de ellos en otra ocasión.
Y ahora, ¿cómo puntúo yo mi comentario? … alternativamente: GENIAL ¡!