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Detrás de la palabra: Chisgarabís

 

El diccionario de la Academia dice que un chisgarabís es un chiquilicuatre, es decir, una persona, frecuentemente joven, algo arrogante y de escasa formalidad o sensatez.

Sí, lo sé, todos estáis pensando en alguien que reúne estas características. Me gusta esa matización que hace el DRAE de «frecuentemente joven», aunque todos sabemos que la edad es algo relativo y hay quienes con sus bien cumplidos 40 o 50 años (o más) no dejan de comportarse como meros chiquilicuatres (o «chiquilicuatros», que también se puede decir).

Me atrae mucho lo que nos cuenta el María Moliner, que asegura que «chisgarabís» se aplica a la persona informal o aturdida (sin especificar edad, lo que me cuadra más). También, a la persona embarulladora o atropellada. No me digáis que no es maravilloso.

Y atención. Si uno busca sinónimos o palabras afines a «chisgarabís» aparecen estas joyas: badulaque, boceras, botarate, calandraco, calapitrinche, cantamañanas, catacaldos, chafandín, enredador, fantoche, ganso, gaznápiro, gurdo, insensato, majadero, mameluco, mentecato, mequetrefe, sinsorgo, sonlocado, tarambana, tararira, tontiloco, trafalmejas, zascandil, zángano… Creo que no hace falta decir que cualquiera de ellas sería merecedora de una entrada en este blog. Confieso mi predilección por «trafalmejas», persona bulliciosa o de poco seso.

Pero, centrémonos en «chisgarabís». Consulto su frecuencia de uso y compruebo que fue un término muy utilizado en los siglos XVII y XVIII y que perdió fuelle en el siglo XIX para remontar en el siglo XX, aunque no con tanto ímpetu como en los anteriores. En nuestro siglo XXI, «chisgarabís» asoma tan solo tímidamente en las estadísticas de barra. O sea, que parece en peligro de extinción. Podemos encontrarnos con «chisgarabís» en Quevedo, en Fernán Caballero, en Leandro Fernández de Moratín y en Miguel Delibes, en sus Cinco horas con Mario.

Pero siempre hay quienes están dispuestos a recuperar especies que están a punto de desaparecer. Dando un salto que podríamos denominar cuántico (en cualquier caso peculiar), debemos recordar que Mariano Rajoy dejó a más de uno sorprendido cuando en un congreso del PP de 2016 soltó aquello de: «Tenemos que adelantarnos al futuro, que es lo que hace un buen gobernante y no los chisgarabises». El expresidente del Gobierno no solo impresionó por el uso del término, sino porque, en un arranque de lo más audaz, se lanzó a por el plural: chisgarabises.

A mí, «chisgarabís», prescindiendo de su significado, me parece una palabra rosa fucsia, tal vez de color rojo con unas chispas blancas. Y sabe a verano, a sandía, a helado de fresa o a esa chuchería que cuando te la metías en la boca explotaba en la lengua y el paladar y asustaba un poco, pero era excitante.

En fin, pero con la que está cayendo, creo que lo que dice María Moliner de «chisgarabís» no nos viene mal del todo, porque ¿quién no se siente a ratos aturdido, embarullado o atropellado?

 

1 comentario en «Detrás de la palabra: Chisgarabís»

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