Esta entrada, en realidad, me habría gustado titularla (me habría encantado): «Árboles marcescentes, niebla engelante», una imagen tan potente y tan sutil a la vez que sobrarían todas estas palabras.
Marcescente es aquel cáliz, corola u hoja que, después de marchitarse, permanece seco en la planta. Ocurre, en ocasiones, algunas mañanas de invierno, los árboles marcescentes sucumben a la niebla engelante, que los dota de ese blancor que es más que escarcha y menos que nieve.
Se trata de una niebla constituida, sobre todo, por gotitas de agua subfundida (gotitas que permanecen en estado líquido a temperaturas inferiores a cero grados), que, al impactar contra la vegetación, se congelan, «dando lugar a depósitos de hielo conocidos como cencellada. Por lo tanto, la niebla engelante y la cencellada son fenómenos muy relacionados, pero no sinónimos: la niebla engelante es la causa y la cencellada es el efecto». Así lo explica de bien el Meteoglosario de AEMET, un lugar fascinante que os recomiendo porque allí te puedes perder en palabras increíbles y conceptos aún más maravillosos, que, además, van acompañados de imágenes de todos los fenómenos de la naturaleza.
No es lo mismo mirar un árbol así en invierno que observar ese mismo árbol sabiendo que es un árbol marcescente con cencellada, a resultas de la niebla engelante. Coincidiréis conmigo en que la imagen que surge es mucho más bella, dotada de más matices y olores, y notaréis cómo, a pesar del frío, estáis atrapados gozando de este regalo natural, sublime, envuelto en esas palabras.
Ya que hemos llegado hasta este punto, vamos a seguir avanzando un poco más. Al principio he dicho, en un arrebato de ignorancia, que «la niebla engelante los dota de ese blancor que es más que escarcha y menos que nieve». Pero, cuando uno se compromete con las palabras y la naturaleza, debe ser más preciso, más fiel a los significados, a los significantes.
El Meteoglosario de AEMET nos explica que la encellada no es lo mismo que la escarcha y que se diferencia de esta por el hecho de que en la escarcha se pasa directamente del estado de vapor de agua al estado sólido. «Con viento flojo o en calma, se suele formar cencellada blanca, formada por plumas y agujas de hielo de color blanco que confieren un aspecto similar al de una nevada. Con vientos más intensos y en general temperaturas bastante negativas, más habituales en zonas de montaña y altas latitudes, se forma cencellada dura, formada por un hielo duro y opaco a barlovento de los árboles y otras superficies verticales, creando láminas de hielo a modo de peines y banderas, con estructuras muy espectaculares».
Creo que no se puede ser más poético. Ignoro quién ha escrito esta información, pero estoy segura de que es alguien con una delicada sensibilidad. Hay que tenerla para hablar de plumas y agujas de hielo de color blanco y del barlovento de los árboles con peines y banderas de hielo.
A estas alturas, estoy un poco embriagada ya, por lo que me detengo. Os dejo, queridos amantes de las palabras, con estas que han danzado por aquí: marcescente, engelante, cencellada, escarcha…
No hay que hacer nada, basta con cerrar los ojos unos segundos para trasladarte allí, a un lugar enigmático, ensoñador, fascinante, frío y blanco y marrón, donde todo está suspendido a la espera de que llegues tú y, en silencio, le rindas tu ofrenda con la mirada.
Que bonito , lo leí y me veo paseando a la orilla del rio Duero en Zamora donde la cencellada pensaba yo era una palabra inventada allí para definir ese hielo matutino ,
Gracias por el regalo
¡Qué alegría que este pequeño texto haya servido para llegarte a ese viaje a orillas del Duero!
Gracias por compartir.
Un abrazo grande