Seguramente, todos conozcáis estas figuras. Se llaman agroglifos, pero su nombre original en inglés es crop circles. Son diseños circulares de hierba tendida o quemada en campos de cultivo, generalmente de cereales como trigo o maíz. Creo que el último apareció cerca de Preston Candover en Hampshire (Reino Unido) el pasado mes de agosto.
Como siempre, todo son dudas. Hay quien señala que estas formaciones no son obra de los hombres, sino más bien de seres extraterrestres o vete a saber de quién. Sin embargo, leo que, tras algunas investigaciones, «se ha demostrado que son producto de la mano del hombre». No se aclara en qué han consistido estas investigaciones ni cómo se ha llegado a tal conclusión (a primera vista más racional y creíble que la otra). Si nadie reivindica estas obras, ¿acaso han ido preguntando por la localidad donde ha aparecido el agroglifo y alguien en la taberna, por poner un ejemplo, ha levantado la mano y ha reconocido ser el autor o la autora de semejante figura?
Por otro lado, ¿qué puede llevar a alguien a ejecutar un diseño así en mitad de la noche si nunca da a conocer su autoría? ¿Es posible que una sola persona lo lleve a cabo? ¿Con qué iluminación y con qué herramientas? Estas y otras preguntas burbujean por mi parte más racional, la que deben tener también los propietarios de los cultivos, que suelen percatarse de su existencia de forma repentina y a los que no les debe hacer mucha gracia estas figuras.
Pero vayamos a los orígenes. El nombre crop circles fue acuñado por Doug Bower y Dave Chorley, que en 1991 declararon que desde el año 1978 habían realizado más de doscientos círculos, inspirados en una formación aparecida en Queensland, que un granjero dijo haber encontrado tras ver un ovni sobrevolar la zona. En aquel entonces, la policía local, las fuerzas aéreas australianas y la Universidad de Queensland concluyeron que lo más probable es que el fenómeno se debiera a causas naturales.
Entre las teorías más divertidas que he encontrado destacan las que afirmaban que eran responsabilidad de perros u otros animales como los topos y erizos, que en época de celo danzan en círculo alrededor de una hembra; otras hablaban de que eran los vientos intensos los que generaban los círculos, ¡incluso, se hizo responsable a un hongo llamado Mycelium!
Como se ve, hay mucha confusión sobre este tema.
Aunque los círculos en los cultivos surgieron a finales de los años setenta del siglo pasado, sobre todo en Inglaterra, este fenómeno empezó a conocerse a finales de años ochenta y a aparecer por todo el mundo después de la declaración de Bower y Chorley en 1991 responsabilizándose de muchos de ellos. Las cifras bailan, pero se habla de unos 10.000 círculos de cultivos. En los últimos años la cifra va en aumento y estas formaciones se van haciendo más complejas al incorporar nociones matemáticas y científicas, con una precisión geométrica impresionante, con conocimiento de fractales y alusiones a los estudios de la moderna mecánica cuántica. También son cada vez más grandes. Ya no tienen los diez metros que ocupaban las primeras, sino que algunas llegan hasta los doscientos metros de diámetro.
Siempre los observo como espectadora. Reconozco que me encantan sus formas, tan armónicas, tan bellas, tan limpiamente ejecutadas. Mi imaginación se dispara y me quedo embelesada tratando de descifrar algún tipo de mensaje en esas bellas figuras, pero nunca, hasta escribir esta entrada, me había parado a pensar en los campesinos. Según leo, los agricultores protestan por el daño causado a sus cultivos, pero la gente de las localidades en las que aparecen se muestran entusiastas porque hacen aumentar el turismo y las visitas de científicos, investigadores y personas que buscan experiencias espirituales.
Como todo fenómeno, tiene sus adeptos y sus detractores, que deben observar estupefactos o encolerizados cómo la aparición de los círculos da lugar a visitas en autobús o helicóptero hacia los terrenos donde se estos encuentran, además de excursiones a pie, camisetas y ¡hasta venta de libros!
Nunca llueve a gusto de todos.
Yo, por si acaso, cuando viajo siempre voy mirando por la ventanilla para ver si veo uno, aunque desde luego como mejor se pueden observar es desde la altura, así que yo sería una de esas personas raras que se suben a uno de esos helicópteros para disfrutar del crop circle desde el aire.
Los hay más sencillos y más complejos, pero casi todos son obras de gran belleza. Cada vez que veo una noticia de este tipo, me quedo hechizada un buen rato siguiendo las curvas del agroglifo, sus formas, su armonía en medio del cultivo… y ese crop circle me lleva a otro y ese a otro y cuando me quiero dar cuenta tengo los ojos llenos de formas preciosas.
No debe de ser fácil realizarlos. Los jubilados ingleses Doug Bower y Dave Chorley mostraron a la televisión cómo los creaban: aplastando las espigas con tablones de madera mientras hacían un giro completo para formar las figuras. Sea quien sea el que los hace y sea cual sea el motivo por el que aparecen, para mí son una especie de obras de arte.
A falta de una ventanilla de coche o de tren por la que mirar en busca de un crop circle, a veces me asomo al pequeño jardín de la piscina comunitaria con la ilusión de ver uno desde mi ventana, una forma preciosa y precisa, cualquier mañana de este principio de otoño.