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Balcón

Vecinas

Llevaba seis meses viviendo en aquel piso del centro. Después de trabajar durante años como funcionario en un pequeño pueblo, anhelaba el bullicio de las calles, el movimiento de las gentes, ver muchos comercios y restaurantes y hasta disfrutar del tráfico de una gran ciudad. Era un apartamento diminuto, pero tenía lo que yo necesitaba: una cocina sencilla, una habitación, un baño, un salón donde me cabían mis libros y mis plantas y, casi lo más importante, una pequeña terraza con vistas a un inmueble antiguo lleno de pequeños balcones. Eso me procuraba dos cosas indispensables para mí: luz natural y la posibilidad de asomarme y observar. Observar el flujo de la vida. Al tratarse de un sexto piso las vistas eran espectaculares. No asistía, precisamente, a grandes atardeceres, pero veía otras cosas. Veía cómo la gente salía y entraba… Leer más »Vecinas

Confesiones

La misa terminaba a la una, pero, como en la pospandemia todo lleva mucho más tiempo que antes, decidí ir pronto para recoger a mi madre con el coche. Me había llamado la noche anterior para decirme que iría andando hasta la iglesia, que el paseo le vendría bien después de tres meses sin salir de casa. Noté que estaba muy nerviosa por reencontrarse con sus amigos fieles y ella misma me dijo al final que no creía que pudiera pegar ojo por la noche. —Mamá, no vas a un estreno. —Ay, hijo, qué nervios tengo. No sé ni qué ponerme. —Pues lo de siempre, ¿no? —dije tratando de recordar la ropa que usaba mi madre, que era básicamente una falda negra que le llegaba hasta media pierna y una blusa de color indefinido debajo de una chaqueta de color… Leer más »Confesiones

De balcón a balcón

Nunca he tenido un pueblo y, por tanto, siempre he idealizado un poco las conversaciones de balcón o esas largas horas al atardecer cuando los vecinos sacan sus sillas a la acera para charlar de lo cotidiano o, simplemente, para estar. El otro día, a primera hora de la mañana, abrí las ventanas de la casa para ventilar y me asomé al balcón. Normalmente no lo hago porque, aunque la calle donde vivo es estrecha, tiene mucho tráfico, lo que equivale a mucha contaminación. Además, el edificio de enfrente está demasiado cerca para mi gusto. Como no me gusta sentirme observada, suelo tener la cortina corrida, a pesar de que eso implique tener menos luz. Pero en los días raros, hago cosas que normalmente no hago. Por ejemplo, salgo al balcón de madrugada y me siento en la pequeña silla… Leer más »De balcón a balcón