Reconversión
En mi casa éramos muy rápidos. De siempre. Mi abuela caminaba muy deprisa, con sus piernas nervudas, y mi abuelo hablaba tan rápido que se atropellaba las palabras y no había quien lo entendiera. Mi madre también heredó esa velocidad vocálica y mi padre y yo, sobre todo cuando se enfadaba, tampoco entendíamos bien lo que decía. Una de sus muletillas favoritas era: «Venga, date prisa». No decía: «Vamos, que llegamos tarde» o «siempre vamos con la hora pegada». Ella era fiel al «venga, date prisa» con el «venga» siempre delante. Mi padre también es muy rápido, pero en otras facetas: engulle la comida, se lee el periódico en diez minutos y es capaz de teclear 75 palabras por minuto, por ejemplo. Yo, claro, también salí rápido. Solo le veía ventajas. Haces las tareas en menos tiempo, no te detienes… Leer más »Reconversión