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Palabras

Detrás de la palabra: Pareidolia

La pareidolia es la capacidad del ser humano de reconocer figuras animadas en objetos inanimados. Se trata de algo que todos hemos hecho en un momento u otro de nuestra vida. A veces es algo buscado y otras nos sorprende, se nos presenta ante los ojos sin que lo busquemos. Y nos hace reír, o nos hace suspirar, o nos da miedo… Pareidolia deriva del griego eidolon (‘figura’ o ‘imagen’) y del prefijo para- (‘junto a’). Ocurre, por ejemplo, cuando vemos formas de animales en las nubes, o rostros o cuerpos humanos en los perfiles de las montañas, la parte delantera o trasera de un vehículo (los faros representarían los ojos, la parrilla la boca o la dentadura y el parabrisas la frente o la cabeza), en edificios, en frutas, en troncos de árboles… En cualquier objeto puede surgir la… Leer más »Detrás de la palabra: Pareidolia

Detrás de la palabra: Marcescente

Esta entrada, en realidad, me habría gustado titularla (me habría encantado): «Árboles marcescentes, niebla engelante», una imagen tan potente y tan sutil a la vez que sobrarían todas estas palabras. Marcescente es aquel cáliz, corola u hoja que, después de marchitarse, permanece seco en la planta. Ocurre, en ocasiones, algunas mañanas de invierno, los árboles marcescentes sucumben a la niebla engelante, que los dota de ese blancor que es más que escarcha y menos que nieve. Se trata de una niebla constituida, sobre todo, por gotitas de agua subfundida (gotitas que permanecen en estado líquido a temperaturas inferiores a cero grados), que, al impactar contra la vegetación, se congelan, «dando lugar a depósitos de hielo conocidos como cencellada. Por lo tanto, la niebla engelante y la cencellada son fenómenos muy relacionados, pero no sinónimos: la niebla engelante es la causa… Leer más »Detrás de la palabra: Marcescente

Quimérico

Era por la tarde. Yo estaba en una habitación desconocida, sentado en una especie de butaca de terciopelo y me afanaba en tallar una figura de madera con una navaja. Me resultó obvio, incluso estando dormido, que aquello era un sueño. La luz que entraba por la ventana era de un color extraño y yo decía: «Luz espuria, aire infausto». Luego bajaba la vista y continuaba tallando la madera, que resultaba ser un tótem. Cuando ya parecía que la cosa no daba más de sí, me ponía de pie con la figura en la mano y, asomado a la ventana, susurraba: «Todo está detenido en el estólido páramo». Cundo me desperté, las palabras «espurio», «infausto», «tótem» y «estólido» aún no se habían evaporado del todo. Quise incorporarme para escribirlas en un papel, pero la cabeza me daba vueltas. Me pregunté… Leer más »Quimérico

Detrás de la palabra: Nada

Hacer nada es, en sí, una contradicción. No se puede «hacer nada». Incluso cuando creemos que estamos haciendo nada estamos haciendo algo. Puede ser estar tumbado en el sofá, sin la tele, con el móvil apagado y las persianas bajadas. Uno cree estar haciendo nada, pero de momento está permitiendo que su espalda repose cómodamente en el sofá. Quizá está mirando hacia el techo. Tal vez tenga los ojos cerrados, pero estará respirando, tragando y, sobre todo, pensando. Los pensamientos no paran, son inevitables. Nuestro cerebro siempre está «haciendo». Pero, sin ser tan meticulosos y aludiendo a lo que comúnmente entendemos por «no hacer nada», está claro que la cosa no es fácil para muchos. Solo hay que probar, simplemente, a sentarse en un banco de un parque sin ninguna distracción (sin libro, sin móvil, sin pan para los pájaros…)… Leer más »Detrás de la palabra: Nada