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Verano

Coletazos

En el último año L ha adelgazado más de veinte kilos, se ha rapado la cabeza y se ha dejado una especie de barbita que más bien parece un campo de trigo mal segado. Él está encantado. Yo lo miro siempre de reojo. Tenemos todo preparado para ir a la playa. Siempre hemos sido de esas parejas que llevan solo un pareo gigante para los dos y una pequeña bolsa con un bote de crema, un libro y poco más. Pero este año no soporto el sol y me he comprado una pequeña sombrilla donde paso las horas mirando el mar de frente y a L de soslayo. Me he puesto el vestido de lunares y me he hecho el moño. Me salen fenomenal los moños. No son esos redondos de bailarina, ni esos otros que, después de media hora… Leer más »Coletazos

Un amor de verano

La tarde era densa, como un chaquetón que pesa demasiado. Estábamos a finales de verano y la luz era de color gris rata; apenas corría el aire, que por esa misma razón se apelmazaba como un fardo sobre la piel y hacía que la respiración se ralentizara, como si fuera un fuelle extenuado. Era absurdo que hubiera decidido contra toda lógica sentarme en aquella terraza cuando, dentro del bar, había aire acondicionado. También parecía absurdo que él estuviera allí sentado a dos mesas de distancia. Yo hacía dibujos de espirales desganadas con la mano floja en una libreta que siempre llevo en el bolso. Él leía un libro fino, demasiado fino. Enseguida me entró curiosidad por saber de cuál se trataba, pero continué haciendo espirales que cada vez eran más grandes y pesadas, como aquella tarde. Éramos dos desesperados, sin… Leer más »Un amor de verano

Cursiva y comillas en la piscina

El sol caía con toda su fuerza sobre la tumbona, pero a cursiva no le disgustaba, es más, le gustaba recibir toda esa luz y ese calor porque decía que le daba un brillo especial y la estilizaba aún más. Las comillas, sin embargo, descansaban a la sombra de un cerezo. Como eran españolas (aunque la gente las llamaba a veces latinas, angulares o de pico) rehuían el sol fuerte, ya que les quemaba los codos y luego se pelaban, y eso hacía un efecto malísimo. El recelo entre ellas era tan antiguo que en ocasiones, en tardes como esa, se diluía en la canícula. Una de las misiones de la cursiva era, al igual que el de las mayúsculas y las comillas, resaltar una palabra o grupo de palabras con un sentido especial. Se trataba de enfatizar, para que… Leer más »Cursiva y comillas en la piscina

Detrás de la palabra: Mador

  No se me ocurría mejor manera de dar la bienvenida al verano que esta palabra. «Mador», para mí, es el inicio del verano, los bordes del verano, el perfil del verano. Esa ligera humedad que cubre la piel sin llegar a ser verdadero sudor representa estos primeros días del estío, donde la contundencia del calor, su pegajosidad y la indolencia que lo acompaña todavía no se han manifestado abiertamente. Donde resido, el sol empieza a explayarse a sus anchas, como debe ser en esta época, pero la piel, recién salida de una especie de hibernación forzada, está pálida, sensible, templada. No ha habido tiempo ni lugar para almacenar horas y horas de calor, de piscina, de mar, de aceras calientes, de cama desnuda. Es, por tanto, el momento del mador. El término es rotundo (diría que hasta cilíndrico) con… Leer más »Detrás de la palabra: Mador